Hace algunos años, a mérito de
ejercer un cargo institucional, me topé con un grupo muy singular - creo que ya
lo conté por aquí-, un ciudadano francés radicado en nuestra ciudad capital
desde hace mucho tiempo, que con su tiempo y peculio disfrutaba los sábados con
un grupo de niños haciendo escultismo entre los cerros donde nadie supondría que
encontrarían más que lagartijas y arañas.
La mayor parte de los gastos los
cubría Eugene con su dinero, incluso las grandes caminatas y los dos
campamentos que ya llevaban cuando lo conocí, lo demás se conseguía con el apoyo
de los padres; los domingos iban todos a misa, y alguna vez el cura los visitó
en su guarida para bendecirlos. Tenía su casa cerca de allí, siendo un buen
vecino y cristiano se ganó la confianza de los padres y sus niños con quienes
jugaba a la pelota; un buen día decidió enseñarles lo que había aprendido en su
tierra natal y era el faro que guiaba su vida, buscó entre los cerros un
espacio donde cada sábado se reunía con sus niños, compartiendo gritos, juegos
y canciones.
En ese entonces pensaba que los scouts
del distrito deberían incrementarse en proporción a la población, busqué
organizaciones comunales que podrían autogestionar un grupo, visité a los
amigos Conquistadores que hace años ya vienen trabajando por allí, y así fue que
me dieron la información de los chicos del cerro. Un sábado caí por allí y los conocí.
Invité a Eugene a incorporarse a la asociación, pero luego de escucharlo por un
par de semanas, desistí; no he vuelto a visitarlos desde entonces, no sólo
porque dejé el cargo al poco tiempo, sino porque entendí que estaban haciendo
un buen trabajo allí, sin los enredos y complicaciones que muchas veces traban
las iniciativas y actividades con los jóvenes.
El Jefe nos legó con sus experiencias
y sus libros todo lo que se necesita saber, nosotros lo complicamos cada día
más con ordenanzas, exigencias, cursos y más cursos, tantos que ya se va
perdiendo la esencia de una experiencia sencilla al aire libre, con técnicas aprendidas
día a día en la naturaleza y transmitidas alrededor de un buen fogón y comida,
algo así como el jefe Lemuel Siddons de la película de Disney; acaso los cargos
y diplomas y cuentas de madera valen más? Si ese fuera el caso, algunos nos hemos
quedamos en el pasado, o tal vez como Rip Van Winkle nos hemos despertado 100 años
después.
